Abrí los ojos y me esforcé en
levantarme, consiguiendo ver así sobre las vaporosas las sábanas,
que se asemejaban a nubes, o algodones de azúcar. Le vi sentado en
el borde de la cama, mirándome. Estaba guapo incluso recién
levantado. Me sonrió, y esa sonrisa consiguió parar mi corazón
durante unos cuantos segundos.
-¿Que estabas soñando? Balbuceabas
palabras en sueños- me dijo, de repente.
-Nada- dije, tapándome con la manta,
me abrazó y besó la frente- Una pesadilla, creo-Se levantó de
repente- ¿Te vas?- el pánico cruzó mi mente por un momento,
creyendo que esa pesadilla se cumplía.
-No, voy a prepararte el desayuno,
por cierto, he leído esto - dijo, tirándome un cuaderno encima, me
fijé en cual era, y enrojecí, pero me calló en cuanto supuso que
iba a recriminarle esa acción- Me gusta como escribes, ¿Has escrito
sobre mi en alguna de esas páginas?
-Eso
nunca lo sabrás- le dije, sonriendo pícaramente, se quedó
mirándome, con cara de decepción- ¿Y mi desayuno?- añadí,
cambiándole de tema.
-Ahora
mismo- dijo, esbozando esa sonrisa que tanto me gustaba, justo antes
de besarme- Por cierto, estas preciosa por las mañanas.
Me
encantaba despertarme en el séptimo cielo, junto a nuestras nubes
improvisadas y su sonrisa, que podía iluminar todo mi mundo.