Anoche te soñé. Soñé tu sonrisa, tu fuerza, y tus ganas de comerte el mundo.
Soñé contigo, con los recuerdos que hoy parecen imposibles, o demasiado lejanos, con los deseos que llegaron a cumplirse.
Como cuando encajabas en mis poemas como la rima perfecta, o tarareabas tu canción favorita, mientras yo te observaba desde el asiento del copiloto.
Cuando nos encontrábamos encabezando la lista de prioridades del otro (y quiero recordarte que siempre estarás en la mía).
Cuando hacía frío, como ahora, pero las ganas de luchar hacían que olvidásemos todos aquellos aspectos superfluos, y que el frío desapareciese, bajo cualquier manta donde acurrucarse.
Lo dijiste de una forma muy simple, a las 5:15 de esa madrugada: "Es extraño pensar que apenas te conozco".
Lo extraño era pensar que no nos hubiésemos conocido antes.