"En ocasiones, para ganar, hay que saber perder".
Debo admitir que siempre me ha resultado una frase ridícula. Tienen razón, aprendemos a perder a base de errores, pero nadie suele enseñarnos a ganar.
Y sí, es así, debemos aprender a perder, a fingir ser quienes no somos para conseguir ser quienes queremos. Sin embargo, se le da mucha importancia a marcarnos límites cuando algunas personas lo empiezan todo desde los extremos.
Ella era una de esas personas, comenzaba siempre desde sus limites. Era inconformista y ambiciosa.
"Siempre llegas a tiempo para conformarte, cariño", murmuró una vez, mientras se encendía un cigarro. Y tenía razón.
Era amante de forzar las cosas, de tirar de la cuerda y de lanzarse al vacío, esperando que siempre hubiese algo o alguien que estuviese allí para parar su caída. Y en ocasiones era ella misma quien lo hacía.
Tenía la confianza que en ocasiones le faltaba, y nunca se avergonzó de ello.
"No temas dejarte llevar," me dijo "pero reflexiona antes de tomar decisiones, porque no hay nada más cruel que culparte por tus propias acciones".