En
ocasiones es necesario escribir un punto y final.
Todo
empieza y termina en nuestras mentes. Empieza en el momento en que le
das importancia, otorgándole una fuerza para crear sentimientos y
sensaciones, sin pensar en que aquello a lo que le das importancia
termina teniendo fuerza sobre ti y sobre tu mente.
Dejarlo
ir es la parte más fácil. Lo duro y doloroso es tomar la decisión
de pasar página, porque en muchas ocasiones luchamos por conservar
las cosas como solían ser, aferrándonos a la nada, porque tememos a
los cambios (a pesar de que puedan ser a mejor, o simplemente sean
necesarios).
Cuando
nos damos cuenta de que nada puede permanecer inmutable, ni siquiera
nosotros, ese es el momento en que lo dejamos ir, y por muy doloroso
que sea se convierte en una forma de hacernos crecer, y en ocasiones
un cambio lo es todo.
Hace
años creé este pequeño espacio en que poder explicarme, a
mi manera, pretendiendo convertirlo en un lugar en que desahogarme.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que se ha convertido en
una pequeña línea de tiempo en que he marcado acontecimientos
importantes, en un espacio en que he crecido y en que he contado una
parte de mi historia o de otras personas importantes para mí.
Encuentro
algo liberador en escribir sobre las situaciones -importantes o no-
que vivimos, y tal vez sea porque realmente solo puedes ver algo con
objetividad cuando echas la vista atrás (o porque al contarlo
consigues extraerlo de tu mente, todo son formas de verlo).
A
pesar de ello, he intentado escribir estos últimos meses y el papel
siempre solía quedarse en blanco, o se teñía de un sinsentido
caótico, y he de reconocer que no podría haber descrito mi mente de
un modo mejor.
En
ocasiones es necesario escribir un punto y final. Escribir una
historia, desde su inicio hasta su fin. Sin alargarla. Sin provocar
dolores innecesarios.
Lo
bueno de escribirla es que en algún momento podrás rememorarla, sus
partes buenas y malas, entender que la hizo nacer y porqué terminó.
Eso
sí, olvídate de los finales felices, porque los finales siempre son
la parte más triste de una historia.
Por
eso, lo único que te pido es un buen comienzo y un argumento que
hagan que valga la pena releer esta historia.
Y
si no hay finales: mejor.