Es increíble como una persona puede aferrarse tanto a las fechas, acordarse de todas, hasta de la más insignificante, aunque ya no signifiquen nada para ella.
Fue un momento feliz, se mire por donde se mire, y eso siempre importa.
Aún así, aunque no se me pasó la fecha, porque nunca se me pasan, me siento culpable por no haber escrito algo sobre ella, o en ella misma, cuando en su momento podría haber escrito un libro entero.
No hubiese sido un clásico, eso está claro. Ni tampoco la típica historia. En realidad creo que todo hubiese estado al revés: La historia que empieza en un final y acaba cuando debería haber empezado realmente.
Ironías de la vida.
Porque las historias de los príncipes y las princesas no existen en la realidad.
Porque era algo real, con sus imperfecciones y sus momentos felices, sin una banda sonora incorporada en los momentos cruciales.
De esas que, a pesar de que nadie lo admitiese, llegaban a dar envidia (in)sana. De esas que acaban sin corazones rotos, porque el final es abierto; que dejan una espina clavada y de las que se espera una segunda parte.
Que algún día llega.
Pero nadie basa en ellas una comedia romántica, y nunca he hablado de ella como un drama.