jueves, 27 de diciembre de 2012

Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía

N se sienta en el borde de la silla, luciendo un vestido nuevo, y da un trago a su copa de cava, dejando en ella la marca de su carmín rojo.
En realidad no le gusta el cava, sus burbujitas le resultan muy molestas, pero lo bebe en ocasiones especiales.
N devuelve sonrisas tímidamente a quienes se las regalan, aunque no le guste su sonrisa, y se acomoda el pelo para disimular. 
Le llama la atención la decoración navideña de la vivienda y recuerda todas y cada una de las navidades en las que ha decorado su casa con su familia. Los ojos se le llenan de ese brillo tan particular, de eso que llaman orgullo, de si misma y de las personas a las que quiere. Debe admitir que les echa mucho de menos, y más en estas fechas, que dicen que sacan lo mejor de las personas.
N también debería admitir que le encanta ver películas infantiles con su hermana, aunque no tengan edad para ello. Que le da miedo estar sola, pero a la vez adora esa libertad. Que le gustan las palomitas dulces y el chocolate, aunque opte más por algo salado. Que prefiere el invierno al verano y un buen libro a cualquier otro entretenimiento, que ahora entiende cual es el verdadero significado de la palabra "valor" y que su mayor sueño es perderse en algún lugar recóndito de este mundo, con alguien especial.
Un día alguien le dijo: "En este mundo, en ocasiones, hay que aparentar ser lo que no se es para poder ser quien se quiere llegar a ser", en su momento le resultó un consejo inútil, un sinsentido. Pero con el tiempo lo fue entendiendo.

Y yo, entre luces navideñas y ramitas de muérdago, se que siempre piensa en 2 cosas imposibles antes de dormirse.

"Me gustas cuando callas porque estás como ausente, 
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. 
Parece que los ojos se te hubieran volado 
y parece que un beso te cerrara la boca."


           A N. le gusta leer a Pablo Neruda frente a la chimenea, porque le trae buenos recuerdos

miércoles, 19 de diciembre de 2012

19 de diciembre

Sonríe, vacilante, y me pregunto que le hizo crear esa coraza que no deja romper a nadie.
Sonríe, de nuevo, y se acerca hasta esa peligrosa distancia en que las respiraciones se juntan. "¿Me has echado de menos?", susurra, curioso, como si temiese que el resto del mundo pudiese percatarse de nuestra existencia, y me tienta.
"¿Y tú a mi?", no me acerco a esas arenas movedizas, y se ríe. Me conoce perfectamente.
 "No me has contestado", insiste, y me hace mil promesas con la mirada. "Creía que era una afirmación". Esquivo el bache. Sonríe de nuevo y se rinde, dejándose caer sobre la cama. Y me arrastra junto a él.
Atrapa mi mano, en un gesto, y entrelaza mis dedos con los suyos. Me pregunto si alguna vez ha dejado a alguien acercarse tanto a la frontera con la que se protege.

"Deberías volver a escribir", dice, de repente, sin apartar la mirada del mapa que está dibujando en mi mano "¿Hace cuanto que no escribes?Te encantaba hacerlo", añade, y me desconcierta. "Y a mi me encantaba robarte esa libreta para leerla. En el último año ha avanzado menos que nunca", finaliza, y, por un instante, tumba esa barrera que nos separa, me deja sin palabras, por primera vez.
Sonríe, triunfal, a sabiendas de que ha ganado, y me abraza. "Ya no tengo tanto tiempo como antes, eso es todo", contesto, en un intento frustrado de defenderme, y cruza esa distancia que parecía abismal hasta tocar mis labios con los suyos.

"Déjame robarte unas cuantas horas más" concluye, y, esta vez, yo también sonrío.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Mistreated, misplaced, misunderstood

Es como una explosión en tu interior.
Corres a más no poder y respiras entrecortadamente. Casi tropiezas con algún objeto de la calzada.
Sigues corriendo y te fijas en que el otoño ha hecho un pequeño mosaico de hojas en el suelo del parque. Empieza a diluviar                          "Que típico".
El corazón te retumba en los oídos y, por un momento dudas si sigues respirando o no. Dejas de pensar, lo consigues, y de repente paras. En seco. Algo ha llamado la atención de tu subconsciente.
Y te da igual el frío y la lluvia. Lo único que necesitas es que el aire entre más rápido en tus pulmones, respiras como si no existiese oxígeno suficiente. Intentas detener esa gran nube de dudas que nubla tu cabeza.

Poco a poco esa nebulosa que hay en tu cabeza se va aclarando y te preguntas como has llegado hasta allí. Te das cuenta de que estás empapada, de pie junto a un árbol lleno de corazones y promesas, e inconscientemente lo golpeas.
Pequeños ojos curiosos te miran, divertidos. Parece que a ellos también les da igual la lluvia.

Son esos momentos en que te preguntas cuando dio ese vuelco tu vida